Dado que el jueves sale a la venta mi nuevo libro (“Mamá come sano”) y teniendo en cuenta lo mucho que me ayudó a elaborarlo mi amiga Mónica Albelda (@psico_diet), responsable de Espacio Abierto (no me cansaré de darte las gracias, Mónica), he pensado en compartir aquí un fragmento de la introducción de dicho libro. Allá va:
“Al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable”.
Eduardo Galeano
«Aunque hay grandes intereses para convencernos de lo contrario, ni el embarazo, ni el nacimiento del bebé ni la lactancia son una enfermedad. Por desgracia, lo consiguen en no pocas ocasiones, lo que genera no solo multitud de mujeres sobremedicadas, también multitud de mujeres sobrepreocupadas. Hay embarazadas que se pasan los nueve meses con un nudo en la garganta que se va estrechando conforme pasan los días. Es como si fueran la indefensa protagonista de una película de terror.
Otras mujeres, sin embargo, protagonizan películas donde la norma es el desenfreno. La clave es el “carpe diem” por lo que lo único que debe preocuparles es cambiar a tiempo el estilo del baile cuando el disc-jockey pinche una nueva “canción”. “Si a mí me sienta bien el alcohol, ¿por qué iba a sentarle mal al bebé que llevo dentro?”. “Sigo fumando para que se vaya acostumbrando a lo bueno”. Me encantaría decirte que me acabo de inventar las frases anteriores…pero no es así.
La mayoría, por suerte, están entre dos aguas. Sea como sea, el embarazo y la lactancia son dos procesos fisiológicos. Tan fisiológicos como dormir. Lo lógico es pensar que no harán falta grandes aspavientos para que tales procesos funcionen bien. Basta con no hacerlo muy mal.
Tiene mucho sentido preocuparse por comer bien en el embarazo y en la lactancia. Tiene sentido y tiene, sobre todo, mucha lógica. Una buena alimentación es, sin lugar a dudas, una buena medida preventiva antes, durante y después del embarazo, que influirá tanto en la salud de la madre como en la del bebé. Pero una cosa es preocuparse y otra angustiarse. Comer muy saludablemente no va a evitar toda enfermedad conocida en nuestra descendencia. La genética y el azar juegan en nuestra contra, y ni siquiera enfermedades como la obesidad están 100% relacionadas con la alimentación. Los fármacos, la economía familiar, el entorno escolar, laboral o social, nuestra infancia y un largo etcétera influyen en nuestro riesgo de presentar obesidad. Algo así sucede con la alimentación de la madre en la gestación y mientras amamanta al bebé.
Es más, creer que la nutrición es el santo grial que protegerá a nuestros retoños de todos los males conocidos nos hace presa fácil de innumerables “curanderos” que nos guiarán por la senda equivocada, siempre tras aflojar unos cuantos euros contantes y sonantes. Es muy parecido a lo que le ocurrió a Ariel, la protagonista de “La Sirenita”, hasta el punto de que la película parece basada en hechos reales. En el momento en el que Ariel quiere algo irrealizable (unas piernas), aparece alguien que se lo ofrece: la malvada Úrsula. También sucede así en nuestro caso: cuando creemos que es posible conseguir, por ejemplo, la delgadez sin esfuerzo, surge de la nada un ostentoso charlatán cantando “sus deseos son órdenes”. Bajo el brazo lleva, justo al ladito de la cuenta, la respuesta a nuestras plegarias: la dieta definitiva o la cápsula milagrosa. Sin prestar atención a la suma, firmamos velozmente el negocio.
La irresponsable Ariel también firma el pergamino que le tiende, con su violenta mano, la ya sonriente Úrsula. Pergamino que recoge las condiciones del trato: tener piernas a cambio de perder la voz. Qué gran metáfora, que refleja justamente lo que sucede cuando caemos en una trampa que nosotros mismos nos hemos tendido: enmudecemos para silenciar que, en el fondo, somos cómplices del agravio.
Lo cierto es que aunque nosotros no perdamos la voz (aunque quizá sí la de la conciencia), podemos perder la salud. Es la letra pequeña que no aparece en el “contrato”. Si yo quisiera que este libro fuera un superventas estaría prometiendo una receta mágica. Te garantizaría un embarazo “a la primera”, sin una sola náusea en los nueve meses, que finalizase en un parto sin dolor del que naciera un bebé con la salud de un semidiós.
Llegados a este punto, debo confesarte que este no es un libro de menús, así que no hallarás aquí un plato para cada semana del embarazo o de la lactancia. Tampoco encontrarás fórmulas para “despertar el amor”, listados de alimentos para la fertilidad, nutrientes que aseguran un embarazo “libre del mal” o plantas medicinales u otros menjunjes y potingues impronunciables con fantásticas propiedades, para que produzcas litros de exquisita leche materna. Explico esto en la introducción por si aún estás a tiempo de devolver el libro a la tienda y localizar otro que cumpla con tus expectativas. Te sugiero que busques en la portada frases como “éxito garantizado”, “descubrimiento científico”, “antiguos remedios”, “la dieta del Doctor XX”, “el método de la Doctora XX”, “el sistema naturista de XX”, “la revolución dietética de XX”, “la alimentación del maestro cósmico XX”, “luce tipazo tras el parto”, u otras combinaciones similares.
¿Todavía no has devuelto el libro? Pues paso a formularte una pregunta: ¿Crees que te alimentas de forma saludable? Hay tres posibles respuestas:
- Sí
- No
- No lo sé
Si al finalizar, te parece que deberías cambiar tu respuesta, es que han servido de algo las horas de sedentarismo insano que le voy a dedicar a las hojas que están por venir. […]».
Y hasta aquí este “aperitivo”. Si quieren saber más sobre “Mamá come sano”, acabo de crear un “evento” en mi cuenta de Facebook, en el que incluiré más información sobre el libro (presentación, entrevistas, reseñas, etc.), en este enlace: https://www.facebook.com/events/970333383019323