Hay modas que no dejan de sorprendernos a quienes intentamos mejorar la salud pública, y una de ellas es la de hartarse a alcohol después de hacer ejercicio físico. Lo que no nos sorprende es que existan entidades que se aprovechen de nuestra vulnerabilidad (y de nuestros bolsillos) para promover esta insana práctica (ej: “Beer Runners”). Insisto en algo que, seguramente, ya me habrán leído en otras ocasiones: agudizar nuestro espíritu crítico en todo lo relacionado con la alimentación humana resulta imprescindible. Crucial. Incluso diría “crítico”.
Si usted pertenece al pequeño grupo de personas que sabe que es nocivo abusar del alcohol (lean este texto para entender por qué digo “pequeño grupo”), y ya tiene claro que una copita de vino no es sinónimo de salud (como amplié aquí) debe saber algo más: el ejercicio físico no actúa como un cedazo que limpia cualquier clase de transgresión dietética. Y eso incluye beber alcohol después de hacer deporte. ¿Verdad que si nos dan un puñetazo no se nos cura el hematoma si justo después nos dicen “qué bien te queda ese pantalón”?
Porque, por desgracia, el ambiente que rodea a muchos deportes suele implicar el consumo de grandes cantidades de alcohol después del entrenamiento y de la competición. Lo detallaron la doctora Evelyn B. Parr y sus colaboradores en la revista PLoS One en febrero de 2014. También indicaron que “varios estudios han informado de que los atletas tienen más probabilidades que la población general de beber alcohol en exceso […] lo que es motivo de preocupación por muchas razones relacionadas con la salud y la seguridad”.
Esto es particularmente grave en muchos deportes de equipo, en los que existe la “cultura” (entre imprescindibles comillas) de emborracharse tanto después del entreno como después de las competiciones. En su interesantísima investigación, la doctora Parr y su equipo dejaron claro que dicha “cultura”, además de otras consecuencias negativas, deteriora la recuperación muscular tras el esfuerzo físico, “y por lo tanto, puede afectar a la recuperación y a la adaptación al entrenamiento y/o al rendimiento posterior”. Se trata de unos resultados que son, en sus palabras “de interés primordial para los atletas y entrenadores”. Yo añadiría, con su permiso, “y los dietistas-nutricionistas”.
Y añadiría, también, algo que ha mostrado una investigación posterior, publicada en la edición de junio de 2014 en Nutrition & metabolism: que el consumo de bebidas alcohólicas puede afectar de manera negativa a la síntesis de proteínas y la consiguiente hipertrofia muscular, por la afectación de nuestro perfil hormonal (Ej.: puede alterar los niveles de testosterona).
La frase final de esta última investigación es de lo más elocuente: “Este estudio pone de relieve que los profesionales sanitarios involucrados en la nutrición deportiva deben informar a los atletas y a los profesionales del deporte sobre los posibles efectos e implicaciones que tiene el consumo de esta sustancia”. Amén.
Bibliografía citada:
Bianco A, Thomas E, Pomara F, Tabacchi G, Karsten B, Paoli A, Palma A. Alcohol consumption and hormonal alterations related to muscle hypertrophy: a review. Nutr Metab (Lond). 2014 Jun 6;11:26. Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4056249/
Parr EB, Camera DM, Areta JL, Burke LM, Phillips SM, Hawley JA, Coffey VG. Alcohol ingestion impairs maximal post-exercise rates of myofibrillar protein synthesis following a single bout of concurrent training. PLoS One. 2014 Feb 12;9(2):e88384. Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3922864/