Cáncer y terapias alternativas, conceptos antagónicos.

Julio Basulto

@JulioBasulto_DN

Mi amigo y admirado Juanjo Cáceres, escribía el pasado 30 de mayo en su cuenta de Twitter (@juanjocaceresn) que “galletas” y “recomendar” son conceptos antagónicos. No puedo estar más de acuerdo, desde luego. El caso es que, con su permiso, me he permitido robarle el juego de palabras para dar título a este texto.

Y es que desconfiar de las terapias alternativas, sobre todo si tenemos cáncer, es de una importancia mayúscula. Diría incluso que “vital”. Si no nos fiamos del oncólogo, debemos cambiar de oncólogo, pero escogeremos uno que no base su “tratamiento” en terapias alternativas. En unas líneas justifico mi opinión, pero antes les invito a que conozcan a Edzard Ernst (@EdzardErnst), otro experto admirable. Para ello solo hace falta un pequeño requisito: saber inglés. De hecho, si no saben inglés (además de acudir al traductor de Google), pueden leer esta mini-entrevista que le hicimos Eduard Baladia (@EBaladia), Rodrigo Martínez y yo mismo el pasado 4 de mayo. ¿Se animan ya a unirse al nutrido club de “hinchas de Ernst”? No busquen el club, que me lo acabo de inventar.

Lo que no me invento es que a los que nos apasiona la ciencia de la salud acabamos cayendo tarde o temprano en alguna de las genialidades de este Profesor Emérito de la Universidad de Exeter (Reino Unido), un hombre inasequible al desaliento. Si acceden ahora mismo a este enlace verán lo que es bueno: más de 1600 publicaciones científicas de Ernst en revistas científicas indexadas, todas canela en rama. También es autor de 48 libros, que se dice pronto. Pero la genialidad de Ernst no acaba aquí, porque tiene un blog (http://edzardernst.com/) en el que se ha dedicado desde octubre de 2012 (aquí tienen su primer “post”) a explicar al común de los mortales cómo interpretar los a veces inexplicables hallazgos científicos. Les aseguro, y no exagero ni un ápice, que leyendo algunos de sus razonamientos llego a alcanzar el gozo intelectual.

El caso es que Ernst, el 18 de abril de 2013, tituló uno de los textos de su blog así: “Cancer patients who use alternative medicine die sooner”. Es decir, “Los pacientes con cáncer que usan terapias alternativas mueren antes”. En él, Ernst cita dos estudios sobre terapias alternativas y cáncer. Veámoslos de cerca.

En la primera investigación (www.pubmed.gov/23110809) se evaluó si el uso de terapias alternativas influyó en la supervivencia y en la calidad de vida de 481 pacientes con cáncer en fases terminales de la enfermedad. En general, la mortalidad no fue diferente…excepto si las terapias usadas eran intervenciones “cuerpo-mente” o rezar: quienes las usaron murieron antes. ¿Y la calidad de vida? Pues quienes usaron cualquier tipo de terapia alternativa reportaron, de forma significativa, peor función cognitiva y más fatiga. En concreto, si se rezaba, se usaban suplementos vitamínicos, o se consumían setas o complementos alimenticios, la calidad de vida empeoraba de forma notable.

En el segundo estudio (www.pubmed.gov/12565991), tras un seguimiento de 515 pacientes con cáncer durante 8 años, se constató que las tasas de mortalidad fueron más altas entre los pacientes que usaron terapias alternativas. Los autores concluyeron su investigación con esta frase “la utilización de terapias complementarias o alternativas parece predecir una menor tasa de supervivencia en pacientes con cáncer”. Ernst propone tres explicaciones:

  1. Es posible que algunos pacientes estén utilizando las terapias alternativas, que no sirven para tratar el cáncer, en sustitución de tratamientos convencionales. Eso explicaría la menor tasa de supervivencia y la peor calidad de vida.
  2. También es posible que encontremos pacientes que estén utilizando terapias alternativas que no solo no sean útiles, sino que o bien sean dañinas, o bien disminuyan la efectividad de la medicación que haya prescrito el oncólogo. Es el caso, por ejemplo, de determinadas “plantas medicinales”, o “remedios herbales”.
  3. Una tercera explicación (que puede sumarse, de hecho, a las anteriores) es que quien utilice las terapias alternativas esté, en general, más enfermo que quien no acude a ellas.

En todo caso, lo que es seguro es que las terapias alternativas no han demostrado mejorar la esperanza o la calidad de vida de los pacientes con cáncer, y que tenemos razones para pensar que muchas de ellas pueden ser peligrosas.

De ahí el consejo con el que he empezado este texto. Es más, si cualquier terapia alternativa mostrara ser eficaz para abordar el cáncer, y no tuviera efectos secundarios no compensados por sus beneficios, no les quepa duda de que dejaría de llamarse “terapia alternativa” para formar parte de la medicina convencional. Es por ello que Ernst escribió, en su post “Critical thoughts on alternative therapies for cancer patients” (“Pensamientos críticos en relación a las terapias alternativas en los pacientes con cáncer”), la siguiente frase, con la que comulgo al 100%:

“Si alguna vez surge de la medicina alternativa un tratamiento curativo contra el cáncer que haya mostrado alguna promesa, sería investigado muy rápidamente por los científicos y, si los resultados fueran positivos, sería inmediatamente adoptado por la oncología convencional. Por tanto, la noción de una cura alternativa para el cáncer es una contradicción en los términos. Implica que los oncólogos son unos mezquinos bastardos, quienes, frente a un inmenso sufrimiento, rechazan una cura prometedora, simplemente porque no surgió de sus propias filas”.

Como he hablado del cáncer en otras ocasiones, les dejo los enlaces de los textos en los que lo he hecho, por si quieren seguir leyendo sobre este tema:

Publicado en el espacio de Julio Basulto

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